lunes, 30 de agosto de 2010

Restaurante de un solo tenedor

"Menú a S/. 1.00", se publicaba en un letrero pegado en la ventana del comedor popular del Distrito de La Victoria, situado en la avenida Iquitos, frente a la plaza Manco Cápac.

Era la una y diez de la tarde, me aproximé a dicho lugar. De fachada deteriorada con tonos blanco y amarillo muy suave, cubiertos de capas plomizas por el polvo. Un  recinto tétrico, muy descuidado y aún cuando ni siquiera había logrado entrar, sentí el olor de comida no tan agradable para el olfato y el aspecto de algunos comensales que comenzaban a entrar era caótico, espantoso y penoso.
Una vez dentro, a un metro de distancia de la puerta principal decía "caja". La gente se ponía en fila, pagaba y luego se dirigía a coger una charola y cubiertos  para  luego disponerse a realizar fila nuevamente hasta llegar a unas pequeñas ventanillas.
En la primera ventanilla colgaba un letrero que decía "sopa", en la siguiente "segundo" , en la otra "postre" y por último la ventanilla de "refresco". Cada comensal recogía su porción que era servido por un personal de cocina. Una vez completada la ración muy lentamente se dirigían al salón principal que era el comedor, donde había más de treinta mesas y sillas en mayor número.
El "Centro de alimentación y nutrición Nº 3 de La Victoria" es un comedor popular  que pertenece al Ministerio de Salud. "El menú tiene bajo costo porque es subsidiado por el Ministerio y por algunas ONG" cuenta Miguel Carrillo, un caballero atento, de contextura delgada y administrador de la institución.
- ¿Cuántos menús reparten a diario? -le pregunto.
- Aproximadamente unos mil cincuenta.
- ¿Y cualquier persona puede comer aqui?
- Sí, este comedor está abierto para cualquier tipo de público. Mayormente vienen personas de recursos económicos muy escasos. Llegan madres solteras, prostitutas, ambulantes, pordioseros y ex convictos. Cada uno de ellos con diferentes historias. 
- ¿Cómo es que programan el menú de cada día?
- Este comedor cuenta con una nutricionista. Ella hace un balance del menú para toda la semana.
- Entonces atienden de lunes a domingo -le digo.
- No, sólo de lunes a viernes.
- ¿Y desde que hora atienden?
- Desde el desayuno. Abrimos a las siete de la mañana y el almuerzo es a partir del medio día. Cerramos el local hasta cuando se acabe la comida.

Los que acudían más eran las personas de la edad adulto mayor y madres. La mayoría de ellas con tres o cuatro críos como mínimo. Muchos de ellos se conocían y entablaban conversación. Algunos soltaban carcajadas escandalosas y otros se quedaban dormidos mientras comían.

Este comedor es un restaurante donde no existe mozos bien vestidos, ni cuenta con mesas mostrando vasos de cristal y menos aún con platos a la carta, pero que con un sólo tenedor mitiga el hambre de todo aquel que llega fatigado por la pobreza.






TRÁFICO SIN SOLUCIÓN

Lima es sinónimo de caos vehicular...





  "Es momento de buscar soluciones, este inconveniente está inmerso en la vida cotidiana de todos, ya que somos los usuarios y afectados" 



 A diario muchos trabajadores llegan tarde a su centro de trabajo. Muchos se movilizan en bús, otros en taxi y algunos en movilidad particular. El tráfico en Lima es fatal, genera un gasto mayor en el combustible y además, el ruído de los claxon es perturbador. El resultado final, regresar a casa muy estresado.


A parte de la dificultad vehicular, también hay otro campo que es la inseguridad. La mayoría de conductores, sobretodo, los de transporte público y servicios de taxis, no respetan las señales de tránsito creando en gran escala accidentes. Si a esto le sumamos los trabajos de refacción de pistas y veredas que se vuelven interminables. De las empresas que también rompen pistas para colocar acueductos de gas, agua y desagüe sin planificación conjunta. Las señales de desvío no son propicias pues causan más retardo y ocasionan embotellamiento.


Este problema sigue proliferando en la capital. Cada vez hay más personas que adquieren autos nuevos o de segunda. Los municipios extienden permisos de rutas a los transportistas públicos a diestra y siniestra. No hay una supervisión eficiente que pueda frenar este caos. Además afecta al turismo urbano creando incomodidad a los visitantes.

Es momento de buscar soluciones, este inconveniente está inmerso en la vida cotidiana de todos, ya que somos los usuarios y los afectados. Las autoridades respectivas están llamados a darle prioridad al tráfico vehicular existente como problema básico, poner orden y hacer respetar las reglas de tránsito. Buscar las deficiencias y planificar una restructuración que no sólo sea para dar solición momentánea si nó que sea con proyección a futuro.


El carga todo

Su día de carretillero empieza a las siete de la mañana. Trasladando de un lado a otro víveres, productos de limpieza, ropa, telares y todo cuanto pueda trasportar al destino determinado según lo acordado con el cliente. Trajina por los alrededores del Mercado Central o Mesa Redonda. Jirones Cusco, Ayacucho, Puno y Andahuaylas. Su día termina a las siete de la noche.

Empezó hace tres meses en este oficio. Anteriormente laboraba en una empresa de plásticos hasta que hubo reducción de personal y se quedó sin “chamba” como él dice. Su suerte cambió cuando su amigo Freddy le comenta que él es joven y puede laborar como cargador.

"Nuevito", así lo llaman los amigos del clan de carretilleros del centro de Lima a Herbert Guevara S., quién alquila a diario una carretilla y le cuesta dos soles. Herramienta de trabajo fundamental para cargar de todo y para todos. Vive en el distrito de San Martín de Porres, junto con la madre de su pequeña hija Heida Danitza, quien es la luz de sus ojos y por quien se rompe el lomo todos los días para llevarle el alimento necesario y crezca sana y fuerte.

Herbert, tiene veinte tres años, pero su aspecto refleja unos siete años más. Lleva puesto una bermuda y zapatillas color café, un polo marrón de manga corta y un gorrito negro, el cual protege su cabeza en tiempos de frío o calor.

Al acercarme a él, volteó repentinamente y fijó su mirada en mí con sus enormes ojos redondos y almendrados, sus labios secos y algo cuarteados parecía que pedían agua a gritos como si estuviese muriendo de sed en el desierto. Unas manos ásperas que hablaban de la dureza de su labor y el rostro marchito que transmite una vida sin esperanza. Aún con un semblante agotador, me regaló una sonrisa y una mirada tierna. Nos pusimos a charlar.

Un día muy productivo para mi amigo Herbert –lo sentí así- es cuando gana treinta soles, pero eso se da muy pocas veces porque hay mucha competencia de cargadores. El peor día es cuando saca ocho soles, dos se va en el pago de la carretilla y lo demás para el desayuno del día siguiente. Para el almuerzo recurre a un vecino que vive al lado de su casa, el cual tiene una tienda y le pide fiado productos comestibles que lo va pagando poco a poco. Un día promedio es cuando gana de quince a veinte soles.

Dentro de las horas de jornada, hay ciertos pleitos con otros carretilleros en aras de ganarse a la clientela y además, algunos están confabulados con el Serenazgo del municipio limeño. El fin es botarlos de los lugares estratégicos donde se pueda capturar más trabajo. “Lo único bueno de ser carretillero –me dice- es que eres independiente, no hay un jefe quien te mande, de uno mismo sale el esfuerzo y la habilidad para obtener más clientes”. Luego nos interrumpe un gordito de estatura baja, con pantalón jean y zapatos de vestir muy desgastados. Se acercó a Herbert y le dijo “coleguita mañana hay una chambita en 28 de Julio, buena carga, sacaremos bien”. Mi amigo quedó complacido.

Ruth lo espera ansiosa en casa con una comida fresca y caliente. Él la quiere mucho, y aunque ella es mayor por dos años, es joven también y se llevan de maravillas. Es cariñosa y atenta. Eso hace que las fuerzas perdidas en su que hacer diario de Herbert, las recupere para retornar con ahínco al día siguiente. Su mirada se pierde en el vacío y agrega que es una gran esposa y compañera, una de lujo.

En estos tres meses que lleva como carretillero, ya sintió algunas veces la queja de sus riñones. En este caso, ha tenido que recurrir a una posta médica y descansar unos días. Ruth toma su lugar para dar sustento económico al hogar y busca lavar ropa de terceros.

El entablar un diálogo con nuevito, fue particular, sentía haberlo conocido desde hace tiempo, su amabilidad y trato amiguero me conllevó a contarle parte de mí y mientras lo hacía, me acompañó a una panadería. Una empanada, un pedazo de pastel y un refresco, fue mi reciprocidad al haber compartido su historia conmigo.

Luego del pequeño refrigerio, palabras de gratitud brotaron de sus labios ya humectados por un pequeño aliento de vida. Era la hora de retornar a esos jirones, al destino de los “carga todo” y junto a la carretilla, su compañera imprescindible, seguramente le aguardaba alguna carga que llevar.

domingo, 15 de agosto de 2010

Argumentos de bus: ¿verdad o mentira?


Es el pan de cada día ver a cada personaje que sube en el ómnibus a declarar su perruna vida y que su deseo más grande es reincorporarse a la sociedad y empezar una vida como si fuese un recién nacido.
Unos dicen que salieron de la cárcel recientemente y que necesitan algunas moneditas para comer o comprar una bolsa de caramelos y empezar a trabajar, y la verdad que en ese asunto están meses y años, hasta ya se vuelven conocidos. Otros aducen que tienen SIDA, Sífilis o TBC. Hay de los que hasta enseñan recetas médicas expedidas por el área de Salud y los más descarados sólo te extienden la mano; sencillamente no muestran nada. Lo peor y más tenso para el pasajero es cuando uno de éstos pide apoyo con jeringa en mano y pobre de aquel que no colabore simplemente puede ser contagiado con un pinchazo, y quién sabe si sea cierto o no, pero lo concreto es que uno está obligado a sacar del bolsillo ciertos “sencillitos”, pues el temor nos invade. Pero eso no es todo. También hay de esas supuestas madres que suben con niño en brazos y sueltan el rollo de una vida amarga y llena de sufrimientos sin fin. Sin embargo, estos niños son alquilados a dos soles por otras madres que tienen tres o cuatros hijos y que también de ambulan; quizás lo más creíble es cuando venden algún producto. Y hay de aquellos que dejaron el vicio y ofrecen estampitas de diversos tipos para darle solvencia a la institución que aparentemente pertenecen porque los han amparado cuando ya eran escoria en este mundo. Tampoco faltan los que suben a predicar la palabra de Dios con un fanatismo tal que creen que con sus mensajes salvarán al mundo y no se dan cuenta que el fondo es un problema de conciencia política y social, sobre todo de gobierno. Asimismo, no se quedan atrás los chistosos que se te prenden y observan algún defecto físico o alguna actitud que les demuestra indiferencia para crearte sátira ante los demás. Inclusive algunos sueltan un lenguaje lleno de lisuras y vulgaridades que creen que con decir un carajo o mierda es para morir de risa. Los infaltables músicos y cantantes, que si bien es cierto muchos cultivan nuestro folclore y otros absorbidos por lo extranjero, nuestros oídos finalmente quedan lacerados con tanta desafinación. Ni hablar de los ambulantes, suben cada cinco o diez minutos a vender golosinas, bebidas, canchitas, adornos, alhajas, llaveros, recetarios de cocina y naturistas, y así  diversas chucherías con diferentes o similares explicaciones.  
Lamentablemente es nuestra realidad. Situación que se vive a diario. Es parte de nuestra idiosincrasia. De una sociedad degrada en valores y abandonada por sus autoridades. Tenemos que tolerar lo intolerable.
Subir a un bus, es introducirte a un circo o una feria de mercachifles, muchos de ellos insensatos, astutos y frescos. Tu viaje hasta el destino de bajada resulta tedioso e insoportable, lleno de dudas y desconfianza. Pero ¿Cómo saber quien dice la verdad? ¿Cuál es tu punto de credibilidad de cada testimonio? Tus monedas se vuelven insuficientes para tantos, tantos y tantos…