Suena el timbre de la casa. Me asomo a una de las ventanas y aprecio su presencia. Con una suave voz a través del intercomunicador llama por mi nombre. Presiono el botón marrón que está al lado del auricular, la conexión hace que se eleve el enorme enrejado que cubre de seguridad a los diez chalets de los vecinos que constituye una asociación informal. Ingresa su auto pequeño de cuatro puertas, color palo rosa y se estaciona al lado de la puerta principal de la casa. Mientras bajaba por las escaleras desde el tercer piso escuchaba voces y murmullos en la sala. A mi llegada Amanda se encontraba sentada en el sillón central, rodeada de dos de sus hijas. A penas me vio se levantó y con espontáneo impulso de ambas nos abrazamos con mucha cordialidad, fue de esos fraternos, como cuando uno se reecuentra con un amigo o un familiar después de muchos años.
Renuevo mi invitación a que se acomode en el mismo asiento. Sus ojos achinados bordea todo el escenario, sintiéndose en familia. Su mirada es fija y expresiva, aparenta una felina mirando al horizonte, de labios carnosos y acorazonados, piel canela, nariz respingada, con huellas de una cirugía al que se sometió hace quince años. Cabello color chocolate, dientes alineados y blanquecinos. Alta y de contextura robusta. Sentada o de pié se le aprecia muy imponente, transmitiendo mucha personalidad, seguridad en sí misma, autosuficiente y en momentos dura; pero cuando habla de sus hijas, su rostro cambia, se enternece, su emoción se eleva y pareciera escucharse los latidos de su corazón, como si el pecho pugnara por reventar.
Como dice es limeña de pura sepa, iniciándose en el canto cuando a penas alcanzaba los tres años, desde entonces ya se le conocía con el seudónimo de “ Mascotita de Huánuco”. Todo una eternidad le gustó cantar, aunque en sus inicios fue integrante de la Compañía Inti Raymi del Cuzco dirigido por Eleazar Jirón en el que se atrevía a realizar piruetas hasta encontrar el baile o la danza apabullante y alegre. Limeños son también sus hermanos, su madre de Yauyos, una provincia cercana a Lima pero olvidada por el centralismo que lacera las provincias, quien también es eximia intérprete y compositora, más conocida como “Irene del Centro”. Su padre huanuqueño, es músico, director y compositor. Ambos le alegran la vida, pues están al tanto de sus actividades. Hace años, dirigían a “Juventud Huanuqueña”, un grupo de danzas más que de canto, en el que también participaba nuestra entrevistada. Recibió el permanente apoyo de sus padres, incluso para acceder a cantar en los diversos escenarios, se vieron obligados a solicitar autorización ante un juez de menores; en tanto que antiguamente se calificaba al artista lo que no ocurre en la actualidad, de modo que cualquier hijo de vecino se aprecia de cantante… “tiempos aquellos que no volverán”, señala quejumbrosa Amanda, pero con el deseo de que se vuelva a retomar tal calificación, con el objeto de que el artista tenga el lugar que se merece, se le respeto y asuma su responsabilidad como comunicador artístico. “En la actualidad –señala- se han perdido muchos valores, como el respeto a las personas mayores, el respeto al compañero que labora a tu lado, el respeto a las costumbres. La generación actual tiene accesibilidad a una información más rápida, como por ejemplo el internet pero este no es confiable, a veces hay información mal dada. En años atrás se tenía que realizar investigaciones a conciencia quedándote para la posterioridad”.
Comenzó como profesional, previa calificación realizada en la Casa de la Cultura, donde le otorgaron el carnet número cero cincuenta y siete, en el año 1965, aún sin cumplir la mayoría de edad. El arte, para ella, siempre ha sido una profesión y para su felicidad y de quienes la quieren, el publico felizmente la respalda.
Recuerdo cuando fui a una de sus presentaciones y tuve acceso al proceso de su preparación antes de verla actuar en escenario, aprecié que Amanda sudaba intermitentemente como si hubiese salido recién de la ducha. La noté tensa, nerviosa como si fuese a actuar por primera vez; también preocupada e impaciente, también como si fuera su primer evento. De pronto, respiró profundo, se sentó sobre un silla de madera forrado en terciopelo, cerró los ojos y entró en profunda meditación, pareciera que para ella el silencio era lo más apreciado, a pesar que en los pasadizos del Teatro Segura, se escuchaban griteríos y murmullos. Su concentración fue profunda, intensa, hasta que aquellas gotas de sudor se evaporaban, su rostro se tornó cálido, pacífico, el ceño fruncido dejó de estarlo y el inhiesto cuerpo se dejó caer. Otra vez inhaló y exhaló con profundidad, su busto la delataba; despertándose lentamente, sonrió mirando al techo, bajó la cabeza de nutrida cabellera, frente a ella apreció un espejo y tenuamente dijo: "Amanda, al fin llegó el día, tu público te quiere y responderá a tu invitación para celebrar tus cuarenta y cuatro años de vida artística".
De la conversación que entablábamos en la sala, rodeado de espejos, libros y cuadros pictóricos de paisajes andinos y el suave sonido de un equipo de sonido que arrancaba unas notas del folklor latinoamericano, se advierte que Amanda era una niña muy traviesa y palomilla. En la época del colegio, en varias oportunidades la solían llamar a la dirección. Siempre creía estar en lo cierto, a pesar de que quizás estuviese equivocada, se mantenía firme en lo que pensaba, era terca como una mula, tal vez por esta razón se identifica plenamente con las mulizas. Alguna vez rompió las lunas de su centro educativo, mereciendo castigos que los aceptaba estoicamente. Otra de sus palomilladas era levantar las faldas de sus amigas y luego salía corriendo como escapándose. De pocas amistades, sean masculinas o femeninas. Estudió en el Colegio Nacional Mixto San Luís, en El Agustino. Le encantaba practicar el voley pero más pudo el arte. No aparentaba la edad que tenía en su adolescencia, siempre le señalaban más edad por su tamaño y también por su finura corporal. No iba a fiestas. Tampoco nunca se hizo la “vaca” o como se dice “se tiró la pera”, era muy responsable y correcta en ese sentido. Nunca fue estudiosa, era “de lo normal para abajo” –sonrisas- Añora con toda fuerza sus épocas de colegiala inquieta y traviesa.
Su papel de madre, empieza a las seis y media de la mañana dice, prepara el desayuno y a las siete todos tienen que estar sentados alrededor de la mesa, grita como una “loca” para que bajen a desayunar, trata de despacharlos lo más rápido posible, luego coge el control remoto, prende el televisor y mientras se distrae frente a la pantalla de color toma su desayuno. Es su momento de paz, de relajo. Al rato ya está pensando en que va a cocinar, tiene a Bertha, es una familiar cercana, quien la ayuda en los quehaceres de la cocina y en las compras. Normalmente ella misma va al mercado, siempre al más alejado de su casa. A sus caseras les dice que no le engañen porque sabe cuanto está el kilo de tomates, papas y demás productos. Regresa a casa y se pone a cocinar. Su alegría es compartir con su familia “lo más lindo es la hora de almuerzo”, casi siempre meriendan juntos, promedio de tres y media de la tarde, momento en que todos llegan a casa. Los días más tranquilos son los lunes y martes, el resto de la semana es más complicado, a veces tiene entrevistas en las mañanas, ocho o nueve, después de preparar el desayuno, corre a la ducha, se cambia, está con los “benditos ruleros puestos”, se empieza a maquillar y mientras lo hace, baja otra vez a la cocina y prepara el aderezo para el almuerzo, lo remueve y lo deja a medio hacer. Sale a la entrevista. “Hasta ahora todo le está saliendo bien”.
- ¿Hay alguna comida que no te guste?
- Casi todo me gusta, si no mira mi hermosa gordura… -risas-
Tales quehaceres es de todos los días, aunque los domingos su esposo dice a las “niñas” que la mamita debe descansar y ellos a cocinar, se preocupan por atenderla. Con su esposo es sumamente renegona –risas- marcando, marcando, marcando, repite esas palabras que lo acompaña con un ademán que hace con su mano derecha, de arriba hacia abajo y muy firme. Fue muy celoso, pero el tiempo pasa y “como que se va yendo eso”.
- ¿Qué te atrajo de Oscar?
- No sé que te puedo decir… es una gran persona, comprende mi trabajo, respeta mi espacio. Él no es artista pero tiene el alma, le encanta acompañarme a mis presentaciones y cuando organizo una actividad, asume el papel del productor general del espectáculo, pero su trabajo hace que mayormente esté viajando. Es ingeniero de minas y es todo lo contrario a mí, tiene la santa paciencia, de carácter muy tranquilo como una seda, pero cuando se toma una copa de vino se pone macho muuuy macho, jajaja.
Amandita, la mayor de sus hijas, es tranquila, un poco soñadora, reservada, puede tener un problema y no lo expresa, tiene que conversarle y sacarle las palabras por cucharaditas, se parece a la madre cuando todos hablan y ella se queda muy callada, pero su gran virtud es ser muy colaboradora. Silvia, la segunda, es todo lo contrario a Amandita, le ha salido palomilla, mas juguetona, segura de si misma, es el polo opuesto, ella estudia Ciencias de la Comunicación en la Universidad San Martín, cursa el quinto ciclo en el turno mañana, es más comunicativa, empeñosa, “para ella todo es jarana, media flojona también”. Cuando la mami reniega por alguna razón, entre broma y broma, Silvia se las ingenia para hacerle pasar la amargura. Iraida, la menor y la última, tiene 12 años, es totalmente callada, no es comunicativa, en el colegio no habla pero en la casa habla por cuatro, tiene chispa, es bromista, se preocupa mucho, toma las situaciones muy en serio, cuando quiere resolver el problema se dice “si lo hago”, da mil vueltas y preocupa a todos, hasta que su esposo se enoje un poco de tanto verla dar vueltas. Las tres son muy sensibles, ante cualquier incidente familiar socorren al instante, muy colaboradoras. Cuando Amanda tiene discrepancias con alguien que se encuentra en su entorno artístico “porque no faltan inconvenientes como humana puede pasar dificultades” ellas siempre saludan a la persona con una sonrisa, son muy educadas. La cantante es muy amiga de sus hijas, les da mucha confianza, les comenta que la madre es la mejor amiga.
En el entorno, estaba Vicky, de estatura y contextura mediana, a quien Amanda considera una de sus mejores y más queridas amigas, también artista, representante del folklor de Huancavelica, actuaba con su hermana mayor bajo el seudónimo “Dúo Hermanitas Sánchez”, con una nutrida experiencia de algo más de cincuenta años, ya forzosamente retiradas del arte andino por un accidente que tuvo Costa hace diez años y que produjo la pérdida de una pierna. Vickita como le llama Amanda, dice conocerla hace muchos años, el inicio fue en el Teatro Segura cuando se realizó una semana seguida de actuaciones, empezando dicha amistad la cual han cultivado hasta el día de hoy. La considera una señora buena, una madre abnegada y una gran artista también. Para Vicky, Amanda es alta, simpática y buena moza; han compartido escenario muchos años, coincidentemente en varias oportunidades se encontraban en las actuaciones y gracias a la experiencia de las huancavelicanas, Amanda recibió los mejores consejos, los que supo apreciar y cultivar. En una ocasión, ambas estaban invitadas para cantar en un evento cultural en Huancayo, Amandita se averiguó en que hotel estaban hospedadas las Hermanitas Sánchez e inmediatamente subió al cuarto a saludarlas, por el cariño y la admiración que les tiene, se quedó con ellas a dormir, como el dormitorio constaba de tres camas, ya no quiso alojarse en otro lugar. En otra oportunidad, Amanda llegó a casa de Vicky para pedirle prestado la vestimenta típica de Huancavelica, ya que lo necesitaba con el objeto de elaborar su calendario en la cual incluía trajes de varias regiones del Perú. Lo colosal es que como Amanda estaba subida de peso no le entallaba la vestimenta, solicitándole a una costurera que agrande el espaldar a su voluminosa medida. En octubre del 2009 actuó Amanda en el teatro Raymondi, Vicky se encontraba como público. La diva desde el escenario ya la había visto y le agradeció públicamente por haberle prestado su vestimenta, arrancando calurosos aplausos pidiéndole a Vicky que suba al estrado para cantar juntas como si fueran las “Hermnitas Sanchez”. Acto que sensibilizó a los presentes hasta las lágrimas. En cada actuación que Amanda le observa a Vicky, reitera estas acciones, lo cual agrada sobremanera a la concurrencia.
Amanda no comparte ni reconoce en las famosas “divas del folklor”, las que denomina sin miramientos “vivas del folklor”, refiriéndose a Abencia Meza, Sonia Morales, Dina Paucar y otras más que están dentro de ese rubro. Ellas “tan sólo transmiten la parte comercial, transmiten lo que tienen materialmente, demuestran ante las cámaras si tienen una piscina, su sala grande, su casa, los guardaespaldas, cuantas empleadas, al chofer. Esas no son formas que el artista debe demostrar su arte son superficialidades, hasta el momento no he escuchado que estas “vivas del folklor” hablen de su trabajo artístico, además siempre se encuentran inmersas en escándalos de borracheras, amantes, lesbianismos y hasta muertes”. Simplemente para Amanda la moda pasa pero la tradición queda. Ya está pensando en como producir y festejar sus cuarenta y cinco años de vida artística, menciona que lo realizará en el Teatro Segura. Cada espectáculo que ha sabido ofrecer ha sido diferente y el público siempre ha quedado contento y satisfecho. Este año cumple bodas de zafiro, y a pedido de sus fans, presentará un desfile de los trajes típicos que ella ha usado. Posiblemente ofrecerá “las etapas de Amanda Portales” y entre nostalgia y satisfacción, me dice que aún tiene en casa su vestimenta de cuando era “La mascotita de Huánuco”, luego la etapa de “Flor Collarina”, “Amanda del Mantaro”, “Amanda de los Andes”, “Flor Amanda”, “Amanda Portales la Novia de Junín”, “Amanda Portales la Novia del Perú”, hasta arribar a su propio nombre y apellido: Amanda Portales. “Será un retroceder en el tiempo”, alude con entusiasmo
Silvia, es delgada, de piel canela, cabello lacio, negro y lo tiene sujetado con un colet hacia un costado, de ojos negros y pícaros, nariz media aguileña, labios delgados, conversadora, espontánea y expresiva. La describe a su madre en segmentos: Amanda como madre, como hermana, como hija, como artista, como amiga. Expresa que todo hijo siempre dice que cree tener una gran madre, pero en su caso Amanda es una gran amiga. En estos tiempos es muy difícil tener a una mamá como amiga, es muy conciente de ello. Ha ido conociéndola en la medida que fue desarrollándose. Mientras Silvia cuenta con entusiasmo sobre lo que siente por su ídolo y ejemplo, “la novia” clava la mirada en el suelo quedándose pensativa, como analizando cada vocablo de su descendiente, de pronto reacciona con un agudo salto sobre el sillón, elevando las cejas y emitiendo un pequeño suspiro, la mira otra vez y le sonríe. Silvia confiesa que hay una confianza mutua y grande entre ambas. Verla a su progenitora como artista es un orgullo, “es un uaaaoo”; como madre es satisfactorio saber que hay tanta gente que la quiere, por como es y por todo lo que transmite. La reacción de Iraida es distinta, al querer saber que opinaba sobre su madre, sólo atinó a mirar a Silvia, soltó una sonrisa media forzada y luego volvió su vista hacia mí. En milésimas de segundos se puso seria, los dedos de su mano izquierda se distraían sobre sus labios, reinaba el silencio sobre ella. Es rolliza, alta, cabello negro y ondulado, ojos pequeños, usa gafas, de cara redonda, su nariz es parecida a la hermana, labios medios carnosos, aparenta tener quince años, viste una blusa blanca con aplicaciones en el pecho que lleva un dibujo de una gaviota y pantalón rojo. Cuando le pregunté sobre “bolita”, una pequeña de raza Shih Tzu, era el antídoto mágico para que sus labios se pudieran abrir, dijo es mi perrita. Bolita, es su engreída, muy querida en casa, excepto por Oscar cuando ladra mucho y no deja descansar. La lleva a pasear todos los días, es su fiel compañía. Medité el asunto sobre su madre, aquella opinión que había quedado en el aire, retomé el tema pensando que la comunicación que habíamos tenido tocando el tema de la Shih Tzu había generando confianza, nuevamente el sonido del silencio inundó el recinto, su expresión seria y los befos sellados por siempre. Comprendí que no debiera insistir, no despegó un solo milímetro de sus pulposos labios, nunca salió un sólo mensaje de su boca. Su mutismo criminal que duró aproximadamente quince segundos para Amanda fue un tiempo interminable, tanto que Silvia se sonreía de vez en cuando, percibía sus nervios y sólo miraba a la hermana como diciéndole ¡habla! ¡di algo! ¡no te quedes callada! Iraida reflejo una brillantez en sus dos luceros, se tornaron medios rojizos y húmedos, pugnaban caer lágrimas pero su fortaleza interior no le permitió, entonces descubrí que su emoción la invadía y que tal vez el orgullo que siente por mami es indescriptible y que tan sólo su silencio lo transmitía todo.
Terminada la sesión, inmediatamente se colocó sobre la mesa del centro una fuente blanca llena de papitas “semillas” sancochadas, otra de nuggets -trocitos de pollo dorados- en medio del plato una vasija de pirex con harta mayonesa y crema de ají, alrededor de las fuentes tenedores y servilletas, para las “nenas” refrescos de naranja y antes del auto servicio del pequeño banquete, se procedió a servir el vino tinto. Amanda alzó la copa, y ya fuera de la cámara, soltó un carajo y dijo salud. La picada duró media hora, entre charlas, recuerdos y anécdotas, era un poco más de media noche y el cansancio de todas se percibía. Hora de marcharse y descansar. Amanda se despide con un abrazo fraterno, agradece haber estado en casa, “a veces no se dispone de mucho tiempo pero cuando se trata de amistades muy cercanas hago un alto y en esta oportunidad acompañada de mis dos hijas, me complace haber entrado una vez más a una morada de respeto y mas aún, con la amistad que tengo con tú madre –Vicky- desde hace profuso tiempo”. Una vez más se eleva las rejas y junto a la puerta, las despedimos. Mientras atravesaba el enrejado, pensaba que cuando un escritor o periodista necesita de buscar a su fuente para realizar una crónica, ensayo, historia o reportaje de un personaje, lo habitual es que vaya a buscar al personaje donde quiera que se encuentre. En este caso la fuente vino hacia a mí. Amanda lo consideró así. Mi satisfacción es enorme pero más lo es su gesto, aquella dama imponente y de una personalidad que a muchos atemoriza, es significado de lealtad, sencillez, sinceridad, cariño, amistad y consideración para quienes ella aprecia.