El Arca Rusa
Un filme del director Aleksandr Sokurov, en homenaje al Museo de Hermitage en San Petesburgo y la Rusia Zarista. Su principal característica es que se filmó los 96 minutos que dura el rodaje con una sola cámara y en forma secuencial, un 23 de diciembre del 2001.
La calidad de nitidez en audio y video es de alta definición, la información fue directamente grabada en un disco duro, éste permitía 100 minutos de grabación pero que no podía ser regrabada. Las tomas son de un solo plano en forma secuencial. Se usó una técnica llamada “formalismo”, que permite que la película se vea en abstracta naturaleza.
La película muestra 33 habitaciones del museo en los que participan 800 actores. La producción tuvo sumo cuidado con cada detalle en el vestuario, mostrando una gama de formas y colores. El maquillaje se caracterizó por un tono palidezco en los personajes en contraste con las mascarillas muy coloridas. Se filmó en un solo día, debido a que el museo no podía quedar a puertas cerradas más tiempo. Un problema fuerte en el rodaje fue el idioma, pues Sokurov sólo habla ruso y Tilman Buttner (operador de tomas) sólo habla alemán, para ello llamaron a un traductor que estuvo al pendiente de ambos y junto a los siete técnicos de Buttner.
El rodaje inicia en un día de invierno, con la venida de una carroza con caballos y varias parejas para una pequeña fiesta ingresando por una entrada menor del Palacio de Invierno (residencia oficial de los Zares de Rusia entre 1732 y 1917). El narrador (personaje representado por una cámara subjetiva y que se convierte en nuestro punto de vista) se encuentra con un invitado en la fiesta “El Europeo”, que lo sigue por nutridos ambientes del Palacio.
El personaje “El Europeo” está basada en el Marqués de Custine, quien visitó Rusia en 1839 y escribió un libro bastante leído sobre su paseo al palacete.
Más allá de lo novedoso de su realización, lo interesante en El Arca Rusa, radica en que continúa las inquietudes intelectuales de Sakurov. Prosigue en este film las investigaciones sobre las posibilidades de imágenes que había dado planos tan sorprendentes en Madre e Hijo. Por otra parte, Sakurov es un sentimental que vuelve a reflexionar sobre la historia de Rusia. El cineasta, no oculta su nostalgia por la época zarista y su aspecto crítico por la época socialista; además cuestiona la dependencia rusa de la cultura europea y reflexiona de tensión entre Europa y Asia.
El film de Sakurov no se sitúa sólo en las temas de montaje, sino también en la posición ideológica. Otro de sus alcances de la película, es la combinación entre el tiempo y el espacio en el que transmite la sensación que se tiene cuando uno entra a un gran museo, un paseo por otra realidad, un paseo en un tiempo distinto al actual, a lo cotidiano.
Este rodaje establece una imagen-tiempo en la que el presente y pasado conviven compatiblemente. Un tiempo que quizás nos conlleve a una calamidad. No es casual que el rodaje finalice fundiéndose en la imagen del mar rodeando el Arca, mientras el narrador dice sometido: “Estamos destinados a navegar para siempre”.
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